viernes, 31 de octubre de 2008
Creactiva Cádiz 2008
Ferias y muestras hay para todos los gustos. Y en una ciudad como Madrid, las hay todo el año, y se solapan, algunas fantásticas, como la del libro antiguo y de ocasión en el paseo de Recoletos, donde el otro día me quitaron de las manos un Quijote de 1901 en dos tomos. De las espantosas no voy a hablar, pero he visitado más de una, casi siempre por trabajo. Y también están las que desaparecen por incomparecencia, como ha ocurrido este año con el Simo. Caminando por la capital, ya desde octubre y hasta bien pasadas las fiestas navideñas, las plazas se llenan de ferias de artesanía y similares –cerca de mi casa he contado tres la última semana–.
Lo que es menos habitual es encontrarse con una nueva feria en mi tierra, en Cádiz. Y es gratificante descubrir una muestra que reivindica el diseño hecho en Cádiz como partícipe de la actividad económica. El diseño está en los logos de las empresas, en las cartas de los restaurantes y en las paredes de los locales; está en el cine y en el género que compramos en las tiendas; ahora invade los baños de los hoteles y se cuela por internet en nuestras casas.
Por iniciativa de dos asociaciones, los diseñadores pueden mostrarse en este escaparate que nace para repetirse cada dos años. Se llama Creactiva y se celebra los días 6, 7 y 8 de noviembre en un espacio envidiable: las bóvedas de Santa Elena, en las murallas que dan paso al Cádiz antiguo y que frenaron a los franceses que hace ahora 200 años trataban de convertirnos en una provincia de Napoleón.
Va a haber danza, teatro, moda, gastronomía, fotografía... Pues eso, diseño, y con acceso libre, porque de lo que se trata es de despertar la creatividad y contribuir de alguna forma a la generación de riqueza en una tierra llena de iniciativa pero que se va vaciando de gaditanos, que tienen que emigrar en busca de trabajo. Para que eso no siga sucediendo, esta es una gran iniciativa.
Si quieres saber más: www.creactivacadiz2008.com
miércoles, 29 de octubre de 2008
Angustia en el cine
Me resistía a ver Camino. Últimamente mi estado de ánimo me pide ver películas divertidas o que, al menos, me distraigan un ratillo. Pero me convencieron y allí que fui, a los Princesa, dispuesto a conocer la interpretación que Javier Fesser hace de la vida y la muerte de esa niña a la que ahora quieren hacer beata.
Primero, el suplicio ya inevitable, que ha alcanzado sin remedio incluso a los cines de versión original: al tercer tráiler, me pide paso el primer retardado y, sin llegar a sentarse, decide buscar otro sitio y me pide paso de nuevo. Comienza la película, sigue llegando gente a la que le da igual perderse la primera escena, sin saber que el comienzo tiene un importante paralelismo con el final. Mi indeciso compañero de butaca, apeado por los tardones, no tiene más remedio que volver a molestarme para regresar a su asiento inicial. La misión concluye con éxito: los crispacines ya han terminado de sentarse y yo he logrado reprimir una vez más mi enfado sin increpar a nadie.
¡Espera! Ya estoy relajado, la peli debe de llevar cinco o diez minutos y llega otro tardón, acompañado del acomodador. Se quedan ahí entre las filas cuatro y cinco, miran con desdén a quien se supone que ha usurpado su asiento y, ¡eureka!, cuando el acomodador vuelve a mirar la entrada, se lamenta: “¡Sala 9, sala 9!”, y los dos se van corriendo, dejando atrás los escasos restos de neuronas que les quedaban, definitivamente inutilizadas.
Así que aquí estoy yo, que iba a escribir sobre lo angustioso de la película de Fesser y termino tratando sobre lo angustioso de esa gente –y estoy reprimiendo muchos adjetivos– que, invariablemente, fastidian los comienzos de las películas por un evidente egoísmo. Y no digamos ya aquellos que se creen en el salón de su casa o en el bar de la esquina, y no paran de hablar. O los tres guiris que, en el Renoir Princesa, este verano, aplaudieron y silbaron emocionados una de las muertes –no diré cuál para no destriparla– de Niebla de Stephen King.
Mención aparte merecen los Acteón: me da la impresión de que muchos extranjeros piensan que es de versión original y, una vez comienzan los diálogos en la pantalla, se abre la veda para el jolgorio y la fiesta, cuando descubren que no se van a enterar de nada.
Por cierto, Camino me pareció fantástica, sólo que hay que estar preparado y saber a lo que se va. Los actores son tan convincentes, que muchos de ellos se hacen odiosos a ojos del espectador, y la protagonista te hace sentir su estado de ánimo con tal empatía, que el nudo en la garganta se hace perenne. Entiendo que a los miembros y simpatizantes del Opus les haya molestado la película; no sólo los pone de vuelta y media, sino que termina haciendo mofa de ellos.
Nota: no la veas si luego has quedado con amigos para cenar o para salir.
Primero, el suplicio ya inevitable, que ha alcanzado sin remedio incluso a los cines de versión original: al tercer tráiler, me pide paso el primer retardado y, sin llegar a sentarse, decide buscar otro sitio y me pide paso de nuevo. Comienza la película, sigue llegando gente a la que le da igual perderse la primera escena, sin saber que el comienzo tiene un importante paralelismo con el final. Mi indeciso compañero de butaca, apeado por los tardones, no tiene más remedio que volver a molestarme para regresar a su asiento inicial. La misión concluye con éxito: los crispacines ya han terminado de sentarse y yo he logrado reprimir una vez más mi enfado sin increpar a nadie.
¡Espera! Ya estoy relajado, la peli debe de llevar cinco o diez minutos y llega otro tardón, acompañado del acomodador. Se quedan ahí entre las filas cuatro y cinco, miran con desdén a quien se supone que ha usurpado su asiento y, ¡eureka!, cuando el acomodador vuelve a mirar la entrada, se lamenta: “¡Sala 9, sala 9!”, y los dos se van corriendo, dejando atrás los escasos restos de neuronas que les quedaban, definitivamente inutilizadas.
Así que aquí estoy yo, que iba a escribir sobre lo angustioso de la película de Fesser y termino tratando sobre lo angustioso de esa gente –y estoy reprimiendo muchos adjetivos– que, invariablemente, fastidian los comienzos de las películas por un evidente egoísmo. Y no digamos ya aquellos que se creen en el salón de su casa o en el bar de la esquina, y no paran de hablar. O los tres guiris que, en el Renoir Princesa, este verano, aplaudieron y silbaron emocionados una de las muertes –no diré cuál para no destriparla– de Niebla de Stephen King.
Mención aparte merecen los Acteón: me da la impresión de que muchos extranjeros piensan que es de versión original y, una vez comienzan los diálogos en la pantalla, se abre la veda para el jolgorio y la fiesta, cuando descubren que no se van a enterar de nada.
Por cierto, Camino me pareció fantástica, sólo que hay que estar preparado y saber a lo que se va. Los actores son tan convincentes, que muchos de ellos se hacen odiosos a ojos del espectador, y la protagonista te hace sentir su estado de ánimo con tal empatía, que el nudo en la garganta se hace perenne. Entiendo que a los miembros y simpatizantes del Opus les haya molestado la película; no sólo los pone de vuelta y media, sino que termina haciendo mofa de ellos.
Nota: no la veas si luego has quedado con amigos para cenar o para salir.
miércoles, 22 de octubre de 2008
Y dale con la crisis
La economía no es precisamente uno de mis temas favoritos. Es de las secciones que paso más rápidamente cuando leo el periódico. Así que ahora que la crisis económica invade las otras secciones –hasta Briatore hablaba de cambios en la Fórmula 1 para no sucumbir a ella–, tardo menos en leer las noticias. Por eso es posible que diga cuatro burradas aquí, pero ahí van, con la osadía del que sabe que tiene pocos lectores, por el momento.
Para empezar, lo más osado lo dije, al parecer, ya antes de las elecciones generales, cuando aseguraba a quien me quería oír que la crisis era ficticia en España, que desaparecería al terminar el recuento de los votos. A pesar de todo, me permito seguir defendiendo en cierto modo esa postura, porque creo que la razón auténtica de la crisis en este país es la desconfianza –de bancos, de empresarios y de consumidores–.
Es cierto que hay una crisis real producida por la codicia de algunos bancos. Eso ha empezado en Estados Unidos, y creo que todavía no he oído suficientes críticas a Alan Greenspan, el que era el todopoderoso y admiradísimo director de la Reserva Federal cuando todo esto comenzó. Están todos ocupados en seguir mofándose de Bush, haciendo más leña del árbol caído ahora que ya no tiene margen de maniobra. Que sí, que también, pero es que sólo hay que ir a la hemeroteca para ver cómo a tantos analistas se les hacía la boca agua con lo bueno que era Greenspan, qué listo, qué haremos cuando se jubile...
Cierto es también que la consabida globalización ha contagiado a otras economías, que muchos bancos de otros países habían comprado basura de los bancos estadounidenses y ahora sufren las consecuencias. Pero ¿cuál es la verdadera crisis que hay en España? La verdadera crisis, creo yo, consiste en que cualquier ciudadano medio que vaya al banco a pedir un crédito no lo va a obtener ni poniendo sus valores inmobiliarios como aval: los bancos quieren líquido, no quieren llenar sus activos de propiedades embargadas porque de ésas ya van a tener seguro. Hasta hace poco más de un año, te podían dar una hipoteca hasta ¡a 50 años! incluso con una nómina de un contrato por obra. Ahora todo eso se les atraganta, y no dan créditos y por eso, más que por otra cosa, no se venden coches, no se venden casas y no se gasta en nada que pueda salirse del presupuesto ordinario de un ciudadano medio.
Mientras, el ciudadano medio coge miedo y, claro, no se atreve a comprarse el piso con el que soñaba –y si se decide, el banco no le da el crédito–, pero sí que sale a cenar y se va de compras. Puede que viviendo en el centro de Madrid, mi visión esté un poco empañada, pero he hecho el experimento varias veces, incluso un miércoles, y no he conseguido cenar en un restaurante sin reserva, ¡y mira que hay unos pocos!
Otro punto de la crisis, y ahí sí que hay víctimas de verdad, es el capítulo euríbor, el interés de los préstamos que se hacen los bancos entre sí. Me cuesta entender que los bancos quieran evitar los impagos y sigan subiendo este interés hasta niveles que casi me atrevería a calificar de usura. Mientras la falta de crédito y confianza empuja a los trabajadores al paro, las hipotecas de muchos de ellos suben hasta niveles insoportables. Yo mismo pago un 25% más que hace dos años.
Dicho esto, es posible que haya una segunda parte de este tedioso texto, porque aún no he hablado de la burbuja inmobiliaria, del millón de pisos nuevos que no se venden ni se van a vender en mucho tiempo ni de otros aspectos de esta crisis que, cuando a los bancos se le pase el miedo atroz que nos han cogido, nos habrá dejado con poco más que lo puesto.
sábado, 11 de octubre de 2008
Ese Cádiz, oé
Era una asignatura pendiente. Mi amiga Gema, de Cádiz, ya me habló de estas cuatro chicas hace tiempo, especialmente de Tere (Teresa Quintero), con la que ha compartido piso y vivencias. Habían traído su espectáculo, Chirigóticas, un par de veces a Madrid, creo que a Leganés, y una tercera, en el puente de mayo de este año, al Alfil. Su éxito les brindó un contrato para volver a este teatro en septiembre por unas semanas que se han ido prorrogando. Hasta el 19 de octubre permanecerán en cartel.
Ayer, por fin, fui a verlas. Me senté en la tercera fila con una cervecita en la mano. Para mis adentros, temía que esta exportación del humor gaditano no fuera del todo entendida por el público, como ocurre muchas veces con las chirigotas carnavaleras, con temas en ocasiones muy locales y un acento que roza el dialecto. Pero pronto comprobé que el texto ha sido sabiamente elaborado para sumarse a la gracia innata de las cuatro actrices y alcanzar el éxito que las ha traído hasta aquí.
Yo buscaba a Tere, ese físico tan característico que aún recuerdo del colegio, yo que iba a un curso superior y que siempre he sido tan horroroso para recordar las caras. Pero su perfil y ese pelo extremadamente rizado y esférico, a lo Gloria Gaynor made in Cádiz, son inconfundibles, una seña de identidad. Por sorpresa, me encontré allí –no había reparado en el cartel– a la Macu (Pepa Rus), la novia del Luisma de Aída, que ha sustituido en esta etapa a Arantzazu Garrastázul. Y no por menos conocidas puedo olvidar a sus dos compañeras de reparto, las hermanas Ana y Alejandra López Segovia. Las cuatro conforman un conjunto genial que igual parodia canciones de éxito de todos los tiempos con sus letras mordaces, que se lanzan a vender, cual mercadillo ambulante, bragas, pijamas y otras prendas que te invitan a probarte en su fregoneta.
En uno de los capítulos de la próxima temporada de Aída veremos a Tere. Una oportunidad para que la conozcan los que no hayan visto Chirigóticas. Confío en la generosidad de los guionistas para que nos dejen disfrutar, acomodados en el sofá, de esta peculiar actriz gaditana.
Para saber más sobre ellas, www.chirigoticas.com
viernes, 10 de octubre de 2008
Emigrantes suizos
Después de cinco años escribiendo y editando para Crónicas Helvéticas, aún hay gente que me pregunta si el tema hispanosuizo da para tanto. Y llama la atención, pero sí. El año pasado tuve el honor de entrevistar a la presidenta suiza, y ahora, sin ir más lejos, estoy escribiendo sobre uno de mis temas favoritos, la guerra de la Independencia. El que me ha llevado hasta ahí ha sido Teodor Reding, uno de los principales artífices de la victoria en 1808 de las tropas españolas sobre las francesas en la batalla de Bailén, que supuso la primera derrota de Napoleón en campo abierto.
Los suizos, que durante muchos años del siglo XX recibieron a inmigrantes españoles e italianos y que ahora están conociendo el fenómeno de la inmigración ilegal, fueron durante siglos emigrantes, y en su mayoría se dedicaban a engrosar las filas de los ejércitos extranjeros. A España llegaban, de forma ordenada por acuerdos de la monarquía con los cantones católicos, para formar parte de regimientos suizos –hasta doce llegó a haber-– en los que mantenían su vestimenta, su organización y sus tácticas.
Teodor Reding llegó a España con 16 años (otras fuentes dicen que con 14) y en 1808, ya con 53, era general y gobernador de la provincia de Málaga, donde más de 150 suizos habían dejado su vida unos años antes luchando contra las epidemias de fiebre amarilla. Entre los seis regimientos suizos que había en España entonces, apenas hubo supervivientes en la guerra contra Francia. Fueron seis años, hasta 1814, porque aunque la batalla de Bailén fue la primera prueba que obtuvo Napoleón de que no era invencible, no sirvió para vencer la guerra.
Ahora una estatua en homenaje a Reding, que murió en Tarragona en 1809, se alza en la plaza que lleva su nombre en el pueblo jiennense de Bailén, y yo, como gaditano, me pregunto si Cádiz habría resistido tantos años a los intentos de invasión de los franceses sin aquel muro de contención que no sólo paró la hasta entonces cómoda marcha de cerca de 20.000 hombres, sino que derribó la arrogancia y la vanidad de un ejército que, como tantos otros antes y después que él, creyó que el mundo acabaría rendido a sus pies.
Lástima que nuestros antepasados no tuvieran reflejos para frenar el regreso de Fernando VII, uno de los reyes más nefastos de nuestra historia.
Para saber más sobre Reding, recomiendo visitar voluntariosbatalladebailen.blogspot.com, de donde he tomado prestada la foto.
viernes, 3 de octubre de 2008
Gente indeseable
Parece mentira que haya gente en este mundo tan egoísta que no piense en el daño que hace a los demás. Es el caso de mis vecinos de abajo, que instalaron un aparato de aire acondicionado y colocaron la unidad externa ¡a un metro y medio de la ventana de mi dormitorio! ¿Increíble? Aquí podéis ver la foto. No es un montaje, es la cruda realidad.
Por si fuera poco, se trata de un estudio de arquitectos, y pretendían convencerme de que lo que hacían era legal. Si todo lo hacen así en este estudio (po2 se llaman), temo que el problema de la aluminosis pueda quedar en anécdota.
Y ¿por qué no lo quitan? Pues porque las cosas de palacio van despacio, y el Ayuntamiento de Madrid tiene mi denuncia desde julio de 2007, cuando mis intentos de llegar a un acuerdo con mis vecinos se toparon con un “es tu problema”.
Tras varias denuncias posteriores, aún me dicen en la Junta de Distrito que tendré suerte si para el próximo verano (hablamos de 2009) han tomado una decisión. Todos los que ven las fotos que adjunté a la denuncia tienen muy claro que habrá que desmontar ese aparato, pero sólo un jurídico para todo el distrito Centro de Madrid (según me han dicho en la propia Junta) se encarga de todas las denuncias por aires acondicionados, terrazas, veladores, cornisas y no sé si algo más; para más inri, hace más de un mes dejó su puesto y siguen esperando a que sea cubierto por un nuevo funcionario.
Quién sabe si por eso me han vuelto mis alergias, que creí superadas hace ya 20 años. En fin, sólo espero que si vuelvo a ver la cara de estos indeseables, sea cuando vengan a desmontar ese terrorífico aparato. Y que sea pronto, por favor.
Por si fuera poco, se trata de un estudio de arquitectos, y pretendían convencerme de que lo que hacían era legal. Si todo lo hacen así en este estudio (po2 se llaman), temo que el problema de la aluminosis pueda quedar en anécdota.
Y ¿por qué no lo quitan? Pues porque las cosas de palacio van despacio, y el Ayuntamiento de Madrid tiene mi denuncia desde julio de 2007, cuando mis intentos de llegar a un acuerdo con mis vecinos se toparon con un “es tu problema”.
Tras varias denuncias posteriores, aún me dicen en la Junta de Distrito que tendré suerte si para el próximo verano (hablamos de 2009) han tomado una decisión. Todos los que ven las fotos que adjunté a la denuncia tienen muy claro que habrá que desmontar ese aparato, pero sólo un jurídico para todo el distrito Centro de Madrid (según me han dicho en la propia Junta) se encarga de todas las denuncias por aires acondicionados, terrazas, veladores, cornisas y no sé si algo más; para más inri, hace más de un mes dejó su puesto y siguen esperando a que sea cubierto por un nuevo funcionario.
Quién sabe si por eso me han vuelto mis alergias, que creí superadas hace ya 20 años. En fin, sólo espero que si vuelvo a ver la cara de estos indeseables, sea cuando vengan a desmontar ese terrorífico aparato. Y que sea pronto, por favor.
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