sábado, 29 de noviembre de 2008

Una de cine

Me puede la responsabilidad. No puedo presumir de que me sobre el trabajo, pero lo cierto es que en las últimas semanas no he tenido respiro, de ahí que haya abandonado sin piedad este blog desde la feliz noche del 4 de noviembre.

Apenas he ido al cine, sólo Retorno a Brideshead, sin incidencias destacables entre mi adorado patio de butacas, como otras que ya he contado aquí o las que ahora me vienen a la cabeza. El cine es una de mis aficiones predilectas, aunque no le llego a la suela a la gran devoradora de películas, Cristina. Ella, además, tiene más paciencia que yo, y quizá no aprecia los despropósitos que a mí me sacan de mis casillas. Se mete en la película, se abstrae y disfruta como nadie.

Yo no puedo, al menos cuando una pareja joven se atreve a ir a la sesión de madrugada para ver el episodio II de La guerra de las galaxias –completamente verídico, lo viví yo mismo– con un bebé que no había cumplido los dos meses y que estuvo berreando hasta que, seguro que pensando en ellos mismos y no en el bebé ni, por supuesto, en los otros seis u ocho espectadores que allí estábamos, decidieron marcharse, más o menos a la mitad.

¿Será que voy mucho al cine? ¿O es que hay mucho indeseable suelto? O peor aún, me tocan todos a mí. Porque, sigo contando vivencias propias, una de las últimas veces que fui al cine que luego se convirtió en Verdi, con Nela sentada a mi derecha, a mi izquierda se colocaron tres señoras de mediana edad y empezaron a hablar y no pararon ni cuando una de ellas, sin inmutarse, comenzó a soltar sonoros gases. Sólo una de ellas perdió el hilo de la conversación. Fue cuando comenzó a sonar su móvil y, sin prisa, descolgó, respondió, y fue saliendo de la sala, tranquilamente, mientras hablaba.

martes, 4 de noviembre de 2008

Ánimo, Barack


La suerte está echada, casi. Con participación récord en un país tradicionalmente abstencionista, hoy es el primer día del fin de la era Bush. Hasta el 20 de enero, el todavía presidente seguirá haciendo de las suyas, y aunque él cree que podrá manejar a sus anchas la cumbre financiera del próximo día 15, está claro que el vencedor de hoy tendrá mucho que decir. Máxime si se trata, como parece, de Barack Obama.

Si todo sale como el mundo entero sueña (excepto en Estados Unidos, que es justo donde se vota), John McCain será la última víctima importante del peor presidente que ha tenido ese país. Y es que por mucho que hayamos criticado a McCain, por muy desafortunada que haya sido su elección de vicepresidenciable y por más que temamos la continuidad republicana en la Casa Blanca, los estadounidenses están votando hoy más contra Bush que contra McCain.

En el lado demócrata, por cierto, han tenido la suerte de contar con un candidato que ha sabido llevar la ilusión a la gente, ha sido capaz de juntar a 200.000 personas en un mitin en Berlín, ha batido récords de recaudación –está ayudando a pagar las deudas de la campaña de Hillary Clinton–, ha atraído a las urnas a los jóvenes –que no suelen votar–, ha hecho olvidar los prejuicios raciales... Si no fuera así, aún les podría pasar como hace cuatro años, cuando John Kerry, a pesar de liderar las últimas encuestas, se desplomó en la única que valía para gobernar, la del primer martes después del primer lunes de noviembre.

Pase lo que pase durante esta larga noche que aún tenemos por delante, George W. Bush se irá por fin de la Casa Blanca, con el rabo entre las piernas, víctima del escarnio público desde hace unas semanas, cuando desapareció de la campaña electoral y los medios le acabaron de perder el respeto. Acaba una era lamentable, que comenzó con el escándalo de las papeletas mariposa que le dieron la victoria frente a Al Gore. Siguió con su pésima gestión de la lucha antiterrorista, que convirtió al desconocido y marginal Osama Bin Laden en el hombre que se burló de Estados Unidos. No ya por el 11-S sino porque logró que se metieran en el fregado de Irak, engañando al mundo sobre las armas de destrucción masiva y la supuesta complicidad de Sadam Husein con este siniestro personaje, que es algo así como decir que Hugo Chávez financia a los piratas que secuestran petroleros frente a las costas de Somalia.

Lo que ahora empieza es enormemente esperanzador, tanto porque supone el fin de Bush como porque Obama es un gran creador de ilusión. Espero que no se quede en eso y que sea capaz de sobrellevar la poco grata tarea de enderezar el entuerto. Francamente, me importa un pimiento que Estados Unidos deje de ser la primera potencia; me preocupa cuál será la que lo reemplace o si habrá un orden plural, un poquito de justicia y respeto entre los países. Me preocupa la puñetera crisis económica que sigue engordando más por falta de confianza de los bancos –entre ellos y, sobre todo, hacia los solicitantes de créditos– que por una falta de liquidez real o por falta de iniciativa o de ganas de trabajar.