sábado, 29 de noviembre de 2008

Una de cine

Me puede la responsabilidad. No puedo presumir de que me sobre el trabajo, pero lo cierto es que en las últimas semanas no he tenido respiro, de ahí que haya abandonado sin piedad este blog desde la feliz noche del 4 de noviembre.

Apenas he ido al cine, sólo Retorno a Brideshead, sin incidencias destacables entre mi adorado patio de butacas, como otras que ya he contado aquí o las que ahora me vienen a la cabeza. El cine es una de mis aficiones predilectas, aunque no le llego a la suela a la gran devoradora de películas, Cristina. Ella, además, tiene más paciencia que yo, y quizá no aprecia los despropósitos que a mí me sacan de mis casillas. Se mete en la película, se abstrae y disfruta como nadie.

Yo no puedo, al menos cuando una pareja joven se atreve a ir a la sesión de madrugada para ver el episodio II de La guerra de las galaxias –completamente verídico, lo viví yo mismo– con un bebé que no había cumplido los dos meses y que estuvo berreando hasta que, seguro que pensando en ellos mismos y no en el bebé ni, por supuesto, en los otros seis u ocho espectadores que allí estábamos, decidieron marcharse, más o menos a la mitad.

¿Será que voy mucho al cine? ¿O es que hay mucho indeseable suelto? O peor aún, me tocan todos a mí. Porque, sigo contando vivencias propias, una de las últimas veces que fui al cine que luego se convirtió en Verdi, con Nela sentada a mi derecha, a mi izquierda se colocaron tres señoras de mediana edad y empezaron a hablar y no pararon ni cuando una de ellas, sin inmutarse, comenzó a soltar sonoros gases. Sólo una de ellas perdió el hilo de la conversación. Fue cuando comenzó a sonar su móvil y, sin prisa, descolgó, respondió, y fue saliendo de la sala, tranquilamente, mientras hablaba.

1 comentario:

Cristina Crisol dijo...

¿Las matamos? Sin piedad ni conmiseración.

Hoy pensaba ir al cine, pero el frío me ha podido y mi mantita y mis serie me están esperando.

¡HAS VUELTO!