Me resistía a ver Camino. Últimamente mi estado de ánimo me pide ver películas divertidas o que, al menos, me distraigan un ratillo. Pero me convencieron y allí que fui, a los Princesa, dispuesto a conocer la interpretación que Javier Fesser hace de la vida y la muerte de esa niña a la que ahora quieren hacer beata.
Primero, el suplicio ya inevitable, que ha alcanzado sin remedio incluso a los cines de versión original: al tercer tráiler, me pide paso el primer retardado y, sin llegar a sentarse, decide buscar otro sitio y me pide paso de nuevo. Comienza la película, sigue llegando gente a la que le da igual perderse la primera escena, sin saber que el comienzo tiene un importante paralelismo con el final. Mi indeciso compañero de butaca, apeado por los tardones, no tiene más remedio que volver a molestarme para regresar a su asiento inicial. La misión concluye con éxito: los crispacines ya han terminado de sentarse y yo he logrado reprimir una vez más mi enfado sin increpar a nadie.
¡Espera! Ya estoy relajado, la peli debe de llevar cinco o diez minutos y llega otro tardón, acompañado del acomodador. Se quedan ahí entre las filas cuatro y cinco, miran con desdén a quien se supone que ha usurpado su asiento y, ¡eureka!, cuando el acomodador vuelve a mirar la entrada, se lamenta: “¡Sala 9, sala 9!”, y los dos se van corriendo, dejando atrás los escasos restos de neuronas que les quedaban, definitivamente inutilizadas.
Así que aquí estoy yo, que iba a escribir sobre lo angustioso de la película de Fesser y termino tratando sobre lo angustioso de esa gente –y estoy reprimiendo muchos adjetivos– que, invariablemente, fastidian los comienzos de las películas por un evidente egoísmo. Y no digamos ya aquellos que se creen en el salón de su casa o en el bar de la esquina, y no paran de hablar. O los tres guiris que, en el Renoir Princesa, este verano, aplaudieron y silbaron emocionados una de las muertes –no diré cuál para no destriparla– de Niebla de Stephen King.
Mención aparte merecen los Acteón: me da la impresión de que muchos extranjeros piensan que es de versión original y, una vez comienzan los diálogos en la pantalla, se abre la veda para el jolgorio y la fiesta, cuando descubren que no se van a enterar de nada.
Por cierto, Camino me pareció fantástica, sólo que hay que estar preparado y saber a lo que se va. Los actores son tan convincentes, que muchos de ellos se hacen odiosos a ojos del espectador, y la protagonista te hace sentir su estado de ánimo con tal empatía, que el nudo en la garganta se hace perenne. Entiendo que a los miembros y simpatizantes del Opus les haya molestado la película; no sólo los pone de vuelta y media, sino que termina haciendo mofa de ellos.
Nota: no la veas si luego has quedado con amigos para cenar o para salir.
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2 comentarios:
Está claro, NO VOY A VERLA. Ya lo sabía, pero lo ratifico. Y si cojo el móvil cuando me suena en el cine y hablo media hora y tú estás a mi lado ¿qué harías? ji, ji, ji
Excelente crítica de la película!!!
Lo de "(...) Nota: no la veas si luego has quedado con amigos para cenar o para salir.", cuenta, cuenta, ¿qué pasó luego?¿encontraste algún opusino en el camino?
Si a Cristina Crisol le suena el móvil en el cine y está ZZ al lado, puede ser una llamada del propio ZZ, con ganas de pelea.
Salud y Suerte.
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