He vuelto de mis vacaciones con muchas ganas de cine, tantas que pensé que lo mejor era ver algo ligero, entretenido, ciencia ficción con un poco de acción. Y cometí el error de empezar con El origen del planeta de los simios. No esperaba gran cosa más que lo que he dicho, entretenerme un rato, pero tampoco imaginaba que el guion iba a ser tan flojo, rozando lo estúpido. ¿Por qué tienen que ser los buenos tan buenos y los malos tan malos? ¿Por qué hay que justificar (cuidado quien no la haya visto, si es que aún tiene ganas de tragársela) los graves errores del protagonista para convertirlo en una víctima más, si me estás contando que sus errores egoístas, uno detrás de otro, son los que provocan todos los problemas que se suponen en el futuro?
Entretenida es, los efectos son buenos, pero el débil guion, obsesionado por proclamar santo al protagonista, y algunas ideas absurdas, como suponer que los simios, al cobrar inteligencia, van a caminar erguidos por obra y gracia de Hollywood, me sacan un poco de mis casillas. Y ojo a la milagrosa evolución de las cuerdas vocales, ojalá todos vocalizáramos tan bien.
Por suerte, cuando quise reponerme del susto, dos días después, fui a ver Súper 8, y esta vez sí logré entretenimiento, acción y ciencia ficción sin sentirme estúpido. Si la película de los simios pretendía enganchar a los nostálgicos del clásico de Charlton Heston (la otra la dejamos para la siesta de sobremesa del fin de semana), la película que ha unido a Steven Spielberg con el creador de Perdidos y Fringe, J.J. Abrams, apela claramente a los que fuimos niños cuando los Goonies huían de los Fratelli en busca del tesoro de Willy el Tuerto. Absolutamente recomendable.
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